lunes, 15 de febrero de 2016

Un “niño” que daña la agricultura cubana

 Si alguien “ha sentido” al actual evento El Niño/Oscilación del Sur (ENOS) ha sido la agricultura cubana. Su aparición ha dejado pensando a no pocos habitantes de la Mayor de las Antillas, y más cuando se trata de producir alimentos. Todavía las pérdidas por las consecuencias de este fenómenono se han cuantificado totalmente, pero podrían sumar centenares de millones de pesos en ambas monedas. Lo vivido hasta la fecha y por lo que alertan los especialistas, este fenómeno continuará afectando este año las labores agrícolas quizá hasta abril, pues estos meses “tienen una alta probabilidad de ser lluviosos e incluso tormentosos”.

Pero, antes de adentrarnos en tales daños, vale destacar que El Niño es un fenómeno climático relacionado con el calentamiento del Pacífico oriental ecuatorial, el cual se manifiesta erráticamente cíclico, y que realmente consiste en la fase cálida del patrón climático del Pacífico ecuatorial denominado El Niño-Oscilación del Sur (ENOS), mientras la fase de enfriamiento recibe el nombre de La Niña.

Según ha declarado el doctor Ramón Pérez Suárez, especialista del Centro del Clima del Instituto de Meteorología, dicho evento, desde hace varias décadas, ha generado notables impactos en varias regiones del planeta, como son las precipitaciones intensas e inundaciones de enorme magnitud en países de Suramérica, y sequías severas en Indonesia, África del Sur y otras regiones del mundo.

En relación con Cuba, el investigador subrayó que la presencia de ese complejo proceso de interacción océano-atmósfera contribuyó en primer lugar a que 2015 fuera el más cálido desde 1951, en tanto reveló que de los 15 años más calurosos en la Isla, diez se correspondieron con ENOS; asimismo, el bimestre noviembre-diciembre resultó más lluvioso de lo normal, especialmente en el occidente y centro con una media nacional de 179 milímetros, lo cual equivalió a 158 por ciento del registro histórico para ese lapso.

AGRICULTURA ADENTRO

El ENOS es un evento natural que siempre ha existido, sin embargo, su aparición y consecuencias cada día parecen más drásticas, debido al cambio climático.Es esa una de las razones, que permiten a los especialistas señalar que actualmente seguirá complicando los procesos productivos de la agricultura cubana, con las lluvias a destiempo, que lo único que hacen es echar a perder no pocos cultivos de viandas, hortalizas y granos, y entorpecer la zafra azucarera.

Tal es así que esta situación ya incidió en los bajos rendimientos de las cosechas de frijoles, tomates y otros productos a fines del pasado año. Según declaró recientemente Osmar Méndez, jefe del Departamento de Hortalizas, del Ministerio de la Agricultura (Minag), esa fue una de las causas de que esos productos no tuvieron una mayor presencia en mercados, independientemente de problemas con la productividad, falta de organización y de previsión.

Apuntó que, igualmente, debido a las precipitaciones no fue posible recoger el frijol sembrado en septiembre, por lo cual se perdieron muchas hectáreas al retrasarse el tiempo de cosecha. “Las aguas en ese momento afectaron, además, la formación del grano en la vaina, la cual solo dará plantas y hierbas, pero nunca frutos. Esto genera a su vez disminución en los rendimientos esperados por los especialistas en la etapa de frío, considerada ideal para el desarrollo vegetativo de muchos cultivos”.
Paralelamente, a la problemática de la humedad hay que sumar los efectos de la severa sequía que disparan la aparición de plagas y enfermedades. En tal sentido, el jefe del Departamento de Hortalizas del Minag comentó que más del 70 por ciento de las producciones de tomate, de las provincias de Artemisa y Mayabeque, se perdieron por esa causa y ello provocó el desabastecimiento de la capital cubana.

Afirmó que los tomates en proceso de maduración para ir a la industria o al consumo, no resisten estas condiciones y se pudren por exceso de agua. Algo similar le pasa a la papa que aún se siembra en un grupo de provincias y con la caña de azúcar, que ve disminuida la cantidad de dulce que podría alcanzar en su formación, bajo estas condiciones. No solo se trata de no haber crecido lo suficiente por la falta de lluvias en la primavera y el verano, sino que ahora están más que aguadas.

ALERTAS

El ingeniero Eduardo Pérez Valdés, quien acumula más de 40 años de trabajo en el área de la Agrometeorología cubana detalló recientemente en Juventud Rebelde el impacto del fenómeno ENOS en la producción de alimentos en las condiciones del país. Al referirse a los efectos que provoca en el sector agropecuario este evento, dijo que cuando las condiciones ENOS se establecen en primavera o verano, provocan una disminución de las lluvias, lo cual puede desarrollar eventos de sequía, lo que afecta el crecimiento de la caña, de los pastos y de las viandas de verano, y a las siembras de la campaña de frío, que comienza en septiembre.

“El mayor riesgo —sobre todo cuando es un evento fuerte, como el actual— está en la campaña agrícola de frío. Entre enero y abril es cuando El Niño se comporta, digamos, de manera más «caprichosa», aumenta, por ejemplo, el acumulado de las precipitaciones, lo que puede afectar dos zafras: la azucarera y la tabacalera, y también puede impactar negativamente sobre las hortalizas y algunas viandas, como la papa. Un ENOS, como el presente, puede ser muy negativo en esta etapa, que es la de mayores cosechas, diversidad y rendimientos agrícolas”.

El especialista apuntó también que no todo es malo con este fenómeno meteorológico, pues “disminuyen, por ejemplo, los incendios forestales, sobre todo en las regiones occidental y central; crecen los pastos, por lo que beneficia la producción lechera y el engorde del ganado, y también favorece cultivos como el boniato, el plátano y la yuca, aunque este en menor medida”.

Al decir de Pérez Valdés hoy no existe percepción de riesgo ni entre los campesinos ni entre el público general sobre el evento El Niño. “Este no es un ciclón, ni una vaguada, ni un frente frío; tampoco un episodio temporal relativamente breve o un fenómeno visible a través de una imagen satelital. Él no se estaciona, sino que nos golpea durante meses. Tampoco ocurre en el océano Atlántico o en el Mar Caribe, sino en el Pacífico. Ni afecta un área más o menos restringida, sino que tiene un efecto global. Es, entonces, un proceso difícil de entender por el público y hasta de explicar por los meteorólogos de forma simple.

“Por otro lado, los ENOS fuertes o muy fuertes, como el que está aconteciendo —y que son los que dejan las marcas más profundas en la psicología de las personas, en especial en los productores agropecuarios—, no se suceden en intervalos cortos. En los últimos 50 años, los más severos ocurrieron en el período 1982-83 y 1997-98, entre estos hubo una diferencia de 14 años; y entre el de 1997-98 y el actual (2015-16), 17 años”.

En tal sentido anotó el reconocido investigador que “para acentuar la percepción de riesgo sobre el fenómeno El Niño, habría que incrementar la divulgación y el conocimiento general no solo ante un evento fuerte, sino cuando son débiles o moderados, que también tienen un impacto sobre la producción agropecuaria: siempre producen un descenso en el rendimiento”.


Como destacó el jefe del Departamento de Hortalizas, del Minag, se debe admitir que la agricultura es un proceso “a cielo abierto y vive bajo los influjos de ese y otros efectos, en especial de los impactos de los eventos climatológicos acelerados por el calentamiento global en estos tiempos. Imponderables de la naturaleza aparte, no queda otra solución que acudir más a la ciencia y aplicar mejor, puntillosamente y en cada lugar, los programas de enfrentamiento y mitigación, la previsión y las técnicas paliativas adecuadas. Ese es el reto de los días que corren”. Así ha de obrarse para que nuestra agricultura siga dando frutos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario