Atilio A. Boron.-- Acabo de regresar de Cuba y la noticia de su
próxima visita ha causado sensación. Será el primer presidente en
funciones de Estados Unidos en visitar a su vecino en 88 años (Calvin
Coolidge había ido en 1928), separado apenas por el Estrecho de la
Florida y por una secular historia de hegemonismo de parte de su país
que arranca con el segundo presidente de la historia de Estados Unidos,
John Adams en 1783 cuando declaró que Cuba debería ser incorporada a la
jurisdicción de Estados Unidos. Luego, en 1898, Washington se apropió de
la victoria de los patriotas cubanos contra el colonialismo español y
se quedaron con la isla y, de paso, Puerto Rico y las Filipinas.
Impusieron una neocolonia con la enmienda Platt y apoyaron a cuanto
maleante se encumbró en el poder en la isla, respaldando algunas de las
más sangrientas tiranías de América Latina y el Caribe, lo cual no es
poco decir en un continente en el cual esa plaga tuvo una virulencia
excepcional. La Revolución Cubana puso fin a tanto crimen e ignominia, y
la reacción de sus predecesores en la Casa Blanca fue condenar a la
isla rebelde por sus ansias de libertad y autodeterminación, por su
lealtad al mandato histórico de José Martí. Hicieron de todo para acabar
con la revolución, y todo les salió mal. Causaron miles de muertos y
provocaron enormes daños y sufrimientos al pueblo cubano, con un bloqueo
que si lo estimáramos en valores actuales equivaldría a dos Planes
Marhall. Con uno bastó para la reconstrucción de Europa después de la
Segunda Guerra Mundial; con dos no lograron hundir a Cuba. ¿No le dice
algo eso? Usted y su Secretario de Estado, John Kerry, tienen un mérito
enorme al ser los primeros en reconocer el fracaso rotundo de la
política estadounidense hacia Cuba. “Quisimos aislar a Cuba” –dijo
Kerry- “y los que terminamos aislados fuimos nosotros.”
Por eso usted y Raúl Castro decidieron que había que comenzar a
desmontar el bloqueo y producir, esta vez en serio, un nuevo comienzo.
Ese 17 de Diciembre del 2014 fue un día histórico. Luego se reabrieron
las embajadas, y ahora viajará a Cuba y si sus servicios secretos se lo
permiten podrá apreciar lo que es el pueblo cubano, su cordialidad, su
integridad, la libertad con que se expresan sin temores sobre cualquier
tema, su orgullo por haber resistido tantas agresiones sin doblegarse
jamás. Podrá usted encontrar muchos problemas en Cuba, como los que hay
en su país; pero los cubanos jamás se pusieron -¡ni se pondrán!- de
rodillas. Y pese a condiciones tan adversas como las que tienen que
lidiar a diario aún cuidan mejor que en Estados Unidos la salud y la
educación de su gente. Ya lo verá.
Dicho lo anterior y como sé que a veces sus asesores son un poco
inexpertos y no demasiado listos me permito hacerle llegar algunos
consejos prácticos que harán más llevadera su visita a esa hermosa isla.
Primero,
¡no lleve dólares estadounidenses! Sé que para el jefe
del imperio mundial y presidente del único país que los emite ese
consejo puede sonar absurdo, hasta ofensivo. Como dirían los
psicoanalistas, es una brutal herida narcisista, pero es así nomás. Por
eso, antes de subir al Air Force I asegúrese que la gente de su
comitiva, y Michelle, cambien sus dólares a euros. El dólar no es muy
útil en Cuba, no por los cubanos, sino por la estupidez de su
predecesor, el brillante George W., a quien seguramente alguien le
alcanzó un botella y producto de la intoxicación alcohólica emitió una
orden ejecutiva en la cual se estipulaba que los dólares que procedían
de Cuba se originaban en el narcotráfico, y por lo tanto no eran
aceptables para el Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Si lleva
dólares no se los aceptarán, porque los cubanos nada pueden hacer con
ellos. Pero como son gente muy solidaria y hospitalaria tal vez se los
cambiarían por CUCs, el peso convertible cubano, pero con un descuento
del diez por ciento de su valor. Tenga en cuenta que después de la Libra
Esterlina el Euro y el CUC cubano son las dos monedas más fuertes del
planeta. ¡Más fuertes que el dólar! Esto es un hueso duro de roer para
cualquier presidente de los Estados Unidos, de modo que ahórrese el mal
rato: cambie sus dólares a Euros, y al llegar vaya a una casa de cambio
oficial -que en Cuba se llaman CADECA- y transfórmelos en CUCs. Así
podrá pagar sin problema los mojitos que se tome en la Bodeguita del
Medio, o los rones que pueda tomarse en la estupenda galería del Hotel
Nacional y comprar los CDs de los buenísimos conjuntos de música que
animan día y noche la vida cotidiana de los cubanos. Con dólares tampoco
podrá comprar las magníficas pinturas y esculturas que hacen los
artistas de la isla ni hacer lo que con unción religiosa hacen casi
todos sus compatriotas que llegan a Cuba: subirse a un Cadillac
convertible, descapotado, del año 1955 y recorrer los rincones más
bellos de La Habana y, por supuesto, disfrutar de un inolvidable paseo
por el Malecón dejando que la brisa marina los inunde y los llene de
energía positiva. Por suerte para usted, si llega un día antes podrá
asistir gratis al concierto de los Rolling Stones, porque en Cuba, a
diferencia de casi todo el mundo, esos espectáculos son gratuitos. Si va
con sus dólares no podrá hacer nada de todo esto. Salvo que, antes de
emprender viaje, derogue la estúpida decisión de Bush hijo.
Segundo, si sus hijas no lo acompañan en este viaje asegúrese de dejarle
fotos bien recientes de usted y su señora esposa, y también llévese la
de ellas con usted porque
Skype en Cuba no funciona. Podrán
hablar por teléfono con ellas, si tiene suerte, pero no las podrán ver, y
ellas a usted y su señora tampoco. Resulta que como parte del bloqueo
hay muchas regulaciones que impiden o dificultan el suministro de
servicios de internet a Cuba, y esta es una de ellas. Otra normativa
vigente impide el tendido de cables submarinos que pasen por Cuba para
transmisión de internet. Mire un mapa de los cables que cruzan todo el
Caribe y verán que la isla tiene uno sólo, y que apenas si funciona: el
que generosamente Hugo Chávez hiciera llegar a la patria de Martí y
Fidel, y que algunos norteamericanos como el escrito Ernest Hemingway y
el sociólogo C. Wright MIlls amaron intensamente. Todos los demás países
del área están muy bien conectados por esos cables, menos Cuba. Por ahí
lo invitan a visitar Varadero o Cayo Guillermo, cosa que le aconsejo
muy enfáticamente. Pero
no se le ocurra querer saber en qué lugar de la isla se encuentra durante el trayecto abriendo el Google Maps.
Aparecerá un antipático cartelito diciendo algo así como que “en la
locación en que usted se encuentra no es posible abrir este programa.”
Tampoco pretenda leer los mensajes que le mandan sus millones de “fans” a
su cuenta del FB, o contar los “me gusta” o enviar algún trino en
Twitter acompañado por una imagen. Como la conexión fundamental de
internet es por aire, salvo una pequeña parte del tráfico que circula
por el cable venezolano, las comunicaciones de internet son lentas,
caras y poco confiables, y lo mismo ocurre con las telefónicas.
¡Imagínese lo que ocurriría con la competitividad internacional de la
economía norteamericana si tuviera estos problemas! Mejor ni pensarlo.
Pero dejemos el mundo de los negocios y vayamos a un tema favorito de su
gobierno: la “seguridad nacional.” Dios no quiera que mientras usted
disfruta de la hospitalidad cubana su Secretario de Defensa le envía a
su cuenta de correo electrónico la foto de algún supuesto terrorista que
quieren “neutralizar” (eufemismo por asesinar) con un dron en Siria. Lo
más probable es que una vez que el correo llegue a sus manos y usted se
arma de paciencia para descargar la fotografía y le manda un correo con
su OK a los chicos del Pentágono el sujeto se encuentre en las Islas
Seychelles disfrutando del dinero mal habido robando petróleo en Siria e
Irak, con la complicidad de su gobierno y el de sus socios europeos. Ni
hablar de que su vice Joe Biden quiera enviarle un video del último
asesinato masivo en Michigan, o el borrador que había preparado para su
encuentro con el Presidente Raúl Castro; o que pretenda leer el New York
Times o el Washington Post, o la edición internacional del Granma (en
inglés) para enterarse de algunas noticias locales. ¿Problemas cubanos,
ineficiencias de la revolución? No.
El bloqueo, simplemente el bloqueo. Y
usted sí puede terminar con esta canallesca agresión informática; eso
está en sus atribuciones y no necesita pasar por el Congreso. De hecho,
debo reconocer que muy lentamente está habiendo un progreso en esta área
de la conectividad y las telecomunicaciones, pero todavía hay un muy
largo camino para recorrer y por ahora las cosas siguen siendo como las
dije más arriba. Si usted ordena a su gente que apure el paso y permita
que Cuba disponga de la misma conectividad que Jamaica o República
Dominicana evitaría que el aluvión de visitantes norteamericanos que
está llegando a la isla, y los centenares de miles de cubanos que viven
en la Florida y están comenzando a viajar a Cuba, hablen tan mal de “los
inútiles y estúpidos burócratas de Washington”, como me dijeron hasta
el cansancio días atrás irritados por los problemas con la internet.
Otro consejo práctico: la gastronomía cubana es excelente.
Tiene el sabor y la variedad de ese maravilloso crisol de pueblos y
culturas que es Cuba, fusión virtuosa de africanos, españoles y
criollos. Seguramente que lo agasajarán con verdaderos manjares. No deje
de probar la langosta cubana, rojita como la revolución pero que le
resultará un platillo inolvidable. Yo viví largos años en Nueva
Inglaterra y allí también tienen buenas langostas, pero ni de cerca
tienen el sabor de las cubanas. Claro que los chicos de su comitiva no
creo que sean agasajados con langostas y pargos, un magnífico pez
caribeño, y pueden verse decepcionados porque las alternativas a la hora
de sentarse a la mesa no son muchas, aún en los mejores paladares de La
Habana. ¿Por qué? Porque Cuba tiene enormes restricciones a la hora de
importar cualquier clase de bien, inclusive alimentos, o medicamentos,
desde Estados Unidos. No pueden usar dólares, tienen que triangular
todas su operaciones con terceros países, los bancos que facilitan sus
transacciones comerciales pueden ser sometidos a multas escandalosas,
como los casi 9.000 millones de dólares que a fines del 2014 el
Departamento del Tesoro le aplicó al francés Paribás, y que fue
indignamente aceptado por el presidente Francois Hollande que en lugar
de desestimar la multa porque la ley de Estados Unidos no puede tener
vigencia extraterritorial, es decir, fuera del territorio
norteamericano, se limitó a refunfuñar que “me parece excesiva.” ¡De
Gaulle se revolcó en su tumba! Además, en el caso de la compra de
alimentos en Estados Unidos los cubanos tienen que pagar todo por
anticipado, caso único a nivel mundial, y pagar fletes escandalosos por
culpa de las leyes del bloqueo que impiden a todo navío que transporte
productos desde y hacia Cuba atraque en cualquier puerto de los Estados
Unidos en los seis meses subsiguientes. Por eso tal vez los chicos del
servicio secreto se aburran un poco con la comida y se enojen, y a usted
le conviene tenerlos bien conformes y muy motivados. No se olvide que
hubo veinte atentados contra la vida de presidentes estadounidenses,
todas las cuales ocurrieron en casa, y cuatro de ellas terminaron con la
vida del atacado. Hágase un favor a usted y su familia, y de paso evite
las maldiciones e insultos de los norteamericanos que llegan a Cuba, y
elimine esas restricciones. Además, ¿no es usted uno de los que cree en
las virtudes del libre comercio? ¡Deje que los cubanos lo practiquen!
Por último, presidente, para no distraer más de su tiempo. Yo sé que
usted como hombre culto que es –como una brillante excepción en la
colección de rústicos personajes que lo precedieron en el cargo, como
Ronald Reagan, Gerald Ford y George W. Bush hijo para quedarme sólo con
los republicanos- y como un político de raza debe arder en deseos de ir a
conversar con Fidel. Es eso lo que en realidad lo mueve a visitar Cuba
tan intempestivamente. Sabe que el Comandante cumplirá 90 años este 13
de Agosto y quiere anticiparse en los saludos, porque en esos días
aquella isla recibirá una multitud de visitantes. Claro: tiene que
tratar asuntos de estado primero con Raúl pero usted sabe muy bien que
Fidel es el último sobreviviente de los grandes estadistas que tuvo el
siglo veinte, y que la estela de su trayectoria penetra todavía hasta
bien entrado el veintiuno. Le aseguro que una charla con él le
enriquecerá: hablará con una persona cultísima -¡usted que tiene que
vérselas con seres toscos y primitivos como Netanyhau, o eminentes
mediocridades como Cameron, Rajoy y Hollande, o bandidos como los
monarcas petroleros del Golfo, para ni hablar de algunos de sus
vecinitos al Sur del Río Bravo cuyos nombres prefiero mantener en
reserva pero todos saben quienes son. Podrá dialogar con un hombre que
maneja un nivel de información general apabullante, con un estadista que
se adelantó a su tiempo en la denuncia del cambio climático en la
Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, en 1992, y las amenazas que este
implica para el género humano, un tema que a usted también le preocupa;
pionero también en la promoción de la biotecnología y las nanociencias
en un pequeño país acosado y subdesarrollado, con una experiencia
política única y de modales reposados y corteses y, aparte, dueño de un
agudo sentido del humor. Michelle estará encantada con el trato
respetuoso que le prodigará, en contraste con el maltrato que en su país
sufren las mujeres, inclusive la de los propios presidentes. Sé que no
se le escapa que en un año electoral esto puede espantar a algunos
votantes -algunos, sólo algunos- de los demócratas. No los que apoyan a
Bernie Sanders, que en una de esas golpea a la cátedra y se queda con la
nominación de su partido. Sobre esto también le puede hablar Fidel,
porque conoce como pocos los vericuetos de las luchas políticas y las
líneas internas de demócratas y republicanos. Puede ser una conversación
reveladora. Por eso, dese el gusto y váyalo a visitar. Lo recibirá con
su proverbial bonhomía y sáquese la foto con él. Todos lo hacen:
políticos, intelectuales, papas, artistas, todos. Por algo será. Hasta
sus bisnietos se lo agradecerán. Además para usted será un merecido
descansito. Yo lo compadezco: insultado a diario por las bestias de la
Cadena Fox y rodeado de trogloditas ignorantes como los Donald Trump,
Ted Cruz y Marco Rubio, hablar con un sabio como Fidel será un bálsamo
que le hará más llevadero soportar lo que le resta de su mandato.
Termino, ahora sí, recordándole que el Papa Francisco en un gesto sin
precedentes fue a Washington y habló en una sesión conjunta de ambas
cámaras del Congreso. Si representantes y senadores tuvieran dos dedos
de frente lo menos que podrían hacer en retribución al gesto de
Francisco, uno de los principales si no el principal estadista del mundo
actual, sería actuar en línea con la exhortación del Papa y derogar las
leyes del bloqueo ya mismo, sin más dilaciones. Pero en su abrumadora
mayoría son políticos de campanario, groseros aldeanos de poca monta
insanablemente incapacitados para comprender la actual problemática
mundial. Por eso usted no los espere; avance y haga todo lo posible,
todo lo que esté en su alcance, para desmontar la infernal maquinaria
del bloqueo. Utilice todas las atribuciones que retiene la Casa Blanca.
Al fin y al cabo, sus enemigos lo ataron de pies y manos, y no dejan de
agredirlo y difamarlo: las reformas que usted acometió: la financiera,
la migratoria y la de salud, terminaron siendo poco menos que un fiasco
por causa de ellos. Puede ser una exquisita venganza. América Latina,
siempre tan generosa, le ofrece una última oportunidad para entrar en la
historia como un presidente que cambió el curso de los acontecimientos:
libere a Cuba del bloqueo y haga que su representante en los diálogos
de paz entre el gobierno de Colombia y las FARC-EP acelere la concreción
del acuerdo. Este diálogo, no lo olvide, es uno de los grandes legados
que nos dejó Hugo Chávez Frías, un hombre de paz, de paz con justicia
social, que fue quien creó las condiciones para que las partes se
dispusieran a conversar en Cuba, porque como acaba de decir Francisco en
su encuentro con el Patriarca Kiril,
esa isla se ha convertido en el lugar del diálogo por excelencia. No desperdicie esa oportunidad,
y si todo sale bien volvería a La Habana, en pocos meses más, para
refrendar con su presencia el acuerdo de paz y el fin de la guerra en
Colombia. Y ahí sí, con estos dos logros, entraría por la puerta grande
de la historia universal.
El recientemente fallecido Umberto Eco, semiólogo y gran escritor, decía
que un rasgo de la buena escritura es su musicalidad. Convencido de
ello es que me viene a la cabeza algo que me parece apropiado para
concluir estas líneas, algo que suena bien, que tiene música.
Seguramente recordará que Frank Sinatra remata su exquisita
interpretación de New York, New York, diciendo “it’s up to you, New
York, New York!” Bien podríamos decir, en relación a todo lo que hemos
venido hablando, “it’s up to you, Barack, Barack!” Suena muy pero muy
bien. Al fin y al cabo no fue Cuba quien bloqueó a Estados Unidos, sino
al revés.